• Preguntas y Respuestas

Nuestra Identidad
Católica y Reformada

Credo de los Apóstoles:
El Credo de los Apóstoles es uno de los credos másantiguos y es utilizado en muchas tradiciones cristianas como una declaración básica de fe.

Aquí está su texto completo:
Creo en Dios, Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra;
y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos,
y está sentado a la diestra de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.


Credo Niceno-Constantinopolitano:

El Credo Nicenoonstantinopolitano fue formulado en el Concilio de Nicea (325 d.C.) y ampliado en el Concilio de Constantinopla (381 d.C.). Es utilizado en muchas liturgias cristianas, especialmente en las tradiciones Católica, Ortodoxa y Protestante:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.

Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado; y resucitó al tercer día, según las Escrituras; y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.


Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos, y la vida del mundo futuro. Amén.

Credo de San Atanasio (Quicumque vult)

El Credo de San Atanasio es una formulación más detallada de la
doctrina de la Trinidad y la naturaleza de Cristo. 

Aunque atribuido a Atanasio de Alejandría, su autoría exacta es debatida. 

Todo aquel que quiera ser salvo,antes de todo debe mantener la fe católica;la cual, a menos que la conserve íntegra y sin alteraciones, sin duda perecerá eternamente. Y la fe católica es esta:

que veneramos a un solo Dios en la Trinidad,y la Trinidad en la unidad;
sin confundir las personas,
ni dividir la substancia.

Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo,y otra la del Espíritu Santo; pero la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es una,la misma gloria, la misma adoración.

Tal como es el Padre, tal es el Hijo, tal es el Espíritu Santo.

El Padre es incriado,
el Hijo es incriado,
el Espíritu Santo es incriado.
El Padre es inmenso,
el Hijo es inmenso,
el Espíritu Santo es inmenso.

El Padre es eterno,
el Hijo es eterno,
el Espíritu Santo es eterno.

Y no hay en ellos nada anterior o posterior, nada mayor o menor;
sino que todas las cosas son como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son: una sola divinidad, gloria y eternidad.

Así debe adorar el cristiano la unidad en la Trinidad
y la Trinidad en la unidad.
Quien quiera ser salvo,
debe pensar así de la Trinidad.

Pero también es necesario para la salvación eterna que crea firmemente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo:quien, en su naturaleza humana,

fue plenamente recibido y preservado en su naturaleza divina.

Se dice que el Hijo de Dios
fue hecho verdadero hombre y verdadero Dios, completo Dios y completo hombre, que sufrió, fue crucificado y murió, y al tercer día resucitó.


Así que, quien no cree que Jesús es verdaderamente Dios y hombre,
o puede ser salvo. Amén.

Los Cuatro Principios del Cuadrilátero de Chicago-Lambeth son una declaración teológica aprobada en 1978, que establece los principios doctrinales clave para la Iglesia Anglicana:

  • La Sagrada Escritura
  • La Biblia es la única fuente infalible y suficiente para la doctrina cristiana. La autoridad de las Escrituras es suprema, y ninguna tradición humana debe contradecir o suplantar su enseñanza. La enseñanza de las Escrituras se afirma como la regla final de fe y práctica.
  • Los Credos Históricos
  • El Credo de los Apóstoles y el Credo Niceno son vistos como expresiones fundamentales de la fe cristiana, resumiendo las verdades esenciales de la doctrina. Estos credos deben ser afirmados y mantenidos por todos los miembros de la Iglesia.
  • Los Sacramentos
  • La Iglesia debe practicar los sacramentos como medios de gracia, en particular el Bautismo y la Santa Comunión, los cuales son signos visibles de la gracia divina. Son esenciales para la vida de la Iglesia y deben ser administrados conforme a la enseñanza bíblica y tradicional.
  • El Episcopado Histórico
  • El episcopado, entendido como el ministerio de los obispos, es crucial para la vida y la unidad de la Iglesia. Los obispos son responsables de la enseñanza, el gobierno y la disciplina, y deben ser considerados sucesores de los apóstoles, garantizando la continuidad apostólica y la integridad doctrinal.

La Declaración de Jerusalén  fue adoptada por la Conferencia Global del Futuro Anglicano (GAFCON) en 2008 y presenta una afirmación clara de la fe cristiana según la interpretación anglicana:

  • La autoridad de las Escrituras
  • La Biblia es la Palabra de Dios escrita, y su autoridad es infalible. Debemos basar nuestra vida y doctrina en sus enseñanzas claras. Ninguna práctica o enseñanza que contradiga la Escritura debe ser aceptada en la vida de la Iglesia.
  • La Confesión de la Fe Cristiana
  • Nos comprometemos con los credos históricos —el Credo de los Apóstoles, el Credo Niceno y el Credo de Atanasio— que resumen la enseñanza central de la fe cristiana. Estos credos son una expresión válida y esencial para mantener la ortodoxia en la Iglesia.
  • La centralidad del Evangelio
  • El Evangelio es el mensaje de salvación en Jesucristo, quien murió y resucitó para redimir a la humanidad. Su predicación debe ser clara, fiel y sin compromisos con el espíritu del mundo. La Iglesia debe estar dedicada a proclamar este Evangelio.
  • La misión de la Iglesia
  • La Iglesia tiene el mandato de hacer discípulos de todas las naciones, enseñar la verdad de las Escrituras y vivir conforme al Evangelio. Esta misión debe incluir obras de justicia y misericordia, reflejando el amor de Cristo.
  • El rechazo del revisionismo
  • Nos oponemos al revisionismo doctrinal y moral que pretende reinterpretar las enseñanzas bíblicas según las presiones culturales. Rechazamos prácticas como el matrimonio entre personas del mismo sexo y la ordenación de mujeres, por no estar en conformidad con la enseñanza clara de las Escrituras.
  • Esta declaración reafirma la centralidad de las Escrituras, el Evangelio y la misión de la Iglesia ante los desafíos contemporáneos, preservando la ortodoxia anglicana.

Son una declaración de los principios doctrinales de la Iglesia Anglicana. El anglicanismo representa una vía media que busca preservar la fe apostólica y el consenso de la Iglesia indivisa, mientras adopta las enseñanzas reformadas centradas en las Escrituras.

Nuestra identidad se basa en una rica tradición litúrgica, una sólida doctrina y una apertura pastoral para proclamar el Evangelio en el mundo actual. Invitamos a todos a explorar una fe que combina lo mejor de la tradición cristiana con una perspectiva reformada, buscando siempre la verdad en la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo.

Como anglicanos, fundamentamos nuestra fe en la tradición de la Iglesia indivisa y en los principios esenciales de la Reforma Protestante del siglo XVI. Procuramos equilibrar la riqueza sacramental y litúrgica del cristianismo primitivo con la fidelidad a las Escrituras redescubierta en la Reforma.

Reconocemos los primeros siete concilios ecuménicos de la Iglesia como esenciales para la comprensión de la fe cristiana:

  • Nicea I (325) y Constantinopla I (381): Establecieron la doctrina de la Trinidad, afirmando que Dios es un solo ser en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • Éfeso (431) y Calcedonia (451): Declararon que Jesucristo es plenamente Dios y plenamente hombre, en una sola persona y dos naturalezas.
  • Constantinopla II (553) y Constantinopla III (681): Profundizaron en la doctrina cristológica, rechazando herejías como el nestorianismo y el monotelismo.
  • Nicea II (787): Aprobó la veneración de los iconos, distinguiéndola de la adoración que sólo corresponde a Dios.

 

Estos concilios establecieron los fundamentos doctrinales sobre la naturaleza de Dios, la persona de Cristo y la fe apostólica que compartimos con la Iglesia universal.

Siguiendo sus principios esenciales, adoptamos reformas para corregir errores y prácticas no bíblicas de la Iglesia medieval:

  • Sola Scriptura: La Biblia es la máxima autoridad en materia de fe y práctica, por encima de la tradición.
  • Sola Fide: La salvación es un don de Dios recibido por la fe en Cristo, no por obras, aunque las buenas obras son fruto de una fe viva.
  • Reforma litúrgica: Simplificamos la liturgia, fomentando la participación activa del pueblo y utilizando la lengua vernácula.
  • Sacramentos bíblicos: Celebramos el Bautismo y la Santa Comunión como los dos sacramentos instituidos por Cristo. Otros ritos, como el matrimonio y la confirmación, son considerados sacramentales, pero no esenciales para la salvación.
  • Rechazo de la autoridad papal: Afirmamos que la autoridad en la Iglesia reside en las Escrituras, la tradición apostólica y los obispos, pero no en una figura universal como el Papa.

La Iglesia fue fundada por nuestro Señor Jesucristo y, desde sus primeros siglos, se expandió más allá de los límites del Imperio Romano. Para el año 314, en el Concilio de Arlés, ya asistían tres obispos provenientes de Britania, lo que confirma la presencia temprana de la fe cristiana en las Islas Británicas.

Las comunidades cristianas celtas, conocidas por sus monasterios influyentes y profundamente espirituales, florecieron en esta región gracias a la labor de los primeros misioneros, quienes llevaron el cristianismo a estos territorios incluso antes de la llegada de los romanos.

Posteriormente, tras las invasiones anglosajonas, las comunidades celtas que resistieron se unieron a la misión liderada por San Agustín de Canterbury, enviado por la Iglesia de Roma en el año 597 para consolidar y evangelizar a los anglosajones. La labor conjunta de las comunidades celtas y los nuevos misioneros romanos continuó la evangelización en Inglaterra, estableciendo una Iglesia nacional con raíces profundamente arraigadas en las tradiciones celtas y romanas.

Esta Iglesia, que más tarde se desarrollaría como la Iglesia Anglicana, preservó su integridad y misión cristiana a lo largo de los siglos hasta nuestros días.

La Iglesia de Inglaterra no fue fundada por Enrique VIII en el siglo XVI, sino que ya existía como parte de la Iglesia cristiana universal desde los primeros siglos. En el año 664, se formalizó su relación con Roma, pero conservaba una identidad propia y una tradición independiente.

La Carta Magna de 1215 ya reconocía su autonomía al declarar que “la Iglesia de Inglaterra será libre”. Durante la Reforma, la Iglesia rechazó la autoridad papal sobre sus asuntos, reafirmando su carácter independiente, sin renunciar a la fe católica y apostólica ni al ministerio tradicional de obispos, presbíteros y diáconos.

El conflicto con Enrique VIII fue solo una ocasión para la ruptura formal, pero no la causa principal de la independencia de la Iglesia de Inglaterra.

La Iglesia Anglicana es católica en el sentido de que conserva los credos históricos:

  • Credo de los Apóstoles (siglo II, formalizado en el siglo VIII)
  • Credo Niceno-Constantinopolitano (325 en el Concilio de Nicea y 381 en el Concilio de Constantinopla)
  • Credo de San Atanasio (siglo V)

 

También mantiene los sacramentos de la Iglesia primitiva, basando su fe en tres pilares: las Sagradas Escrituras, la Tradición y la Razón iluminada por la fe.

Las Escrituras revelan a Dios y su plan de salvación; la Tradición ayuda a interpretar esta revelación a través de los siglos; y la Razón permite aplicar y comprender la doctrina en contextos específicos.

Así, la Iglesia Anglicana mantiene una fe católica y apostólica que equilibra la fidelidad a la enseñanza histórica con el discernimiento responsable.

El término “protestante” se ha utilizado históricamente para diferenciar nuestra Iglesia tanto de la Iglesia de Roma como de la Iglesia Ortodoxa Oriental, las cuales también mantienen una estructura episcopal.

La Iglesia Anglicana participó en la Reforma del siglo XVI, adoptando muchos de sus principios teológicos y bíblicos; sin embargo, esto no significa que sea simplemente una iglesia surgida de ese movimiento.

A diferencia de lo que a veces se interpreta, el término “protestante” no se opone necesariamente a “católico”, sino más bien a la idea de una autoridad papal absoluta.

Por lo tanto, podemos afirmar legítimamente que somos católicos reformados. Como Iglesia Anglicana, conservamos la fe católica apostólica, incluyendo los credos y el triple ministerio de obispos, presbíteros y diáconos, al tiempo que mantenemos los principios reformados de fidelidad a la Escritura y de autonomía de la Iglesia local.

Además, la Iglesia Anglicana fomenta el uso de la razón, iluminada por la fe, para comprender y aplicar la doctrina en situaciones específicas. Esta integración permite a los fieles tomar decisiones moralmente responsables, manteniéndose en comunión con las enseñanzas cristianas históricas y la sabiduría de la tradición apostólica.

  • Estas creencias están expresadas en el Credo de los Apóstoles, utilizado en el Bautismo, y en el Credo Niceno, recitado en la Eucaristía.
  • Sostenemos que todo lo necesario para la salvación está revelado en las Sagradas Escrituras.
  • El episcopado histórico garantiza la unidad y continuidad de la Iglesia a lo largo de los siglos.
  • La unidad de la Iglesia se manifiesta en su culto, enseñanza y ministerios, tal como están descritos en el Libro de Oración Común.
  • Nuestra doctrina se fundamenta en los 39 Artículos de Religión, un documento histórico y esencial para la fe anglicana tradicional.
  • Creemos en un solo Dios revelado como Padre (Creador), Hijo (Redentor) y Espíritu Santo (Santificador), doctrina expresada claramente en el primer artículo de los 39 Artículos de Religión.
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En Jesús contemplamos la plena y perfecta manifestación de Dios, revelándonos su esencia como amor absoluto.

Jesús, el Cristo, al someterse con obediencia hasta el extremo del sufrimiento y la muerte, ofreció al Padre un acto de entrega total, algo que como humanidad jamás habríamos logrado por nuestras propias fuerzas.

Con su sacrificio, nos liberó del poder del pecado y de la muerte, y así fuimos reconciliados con Dios.

La resurrección es el “Amén” divino a la proclamación del Reino de Dios que Jesús de Nazaret anunció y encarnó.

Los sacramentos son signos visibles e instrumentos sagrados por medio de los cuales Jesucristo, en su santa Iglesia, nos comunica su gracia infinita. A través de ellos se nos ofrece:

  • el perdón de los pecados
  • la iluminación del entendimiento
  • el consuelo del corazón
  • la fortaleza del alma
  • la sanación del cuerpo
  • y el vínculo más íntimo con Dios.

Sacramentos Mayores

El Bautismo

Es el portal sagrado a la vida cristiana. Somos adoptados como hijos e hijas de Dios, miembros de la Iglesia y herederos de su Reino.

Su signo externo es el agua (por derramamiento o inmersión), en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La gracia interna es la regeneración: morir al pecado y renacer a la vida nueva en Cristo.

En la tradición episcopal se bautiza a los infantes, siguiendo el ejemplo de la Iglesia primitiva.

Todo bautismo realizado con agua y en el nombre de la Trinidad es reconocido como válido.

La Eucaristía

Es el Sacramento donde celebramos la presencia viva y real de Jesucristo.

Sus signos visibles son el pan y el vino, en los cuales recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo.

La palabra griega anamnesis (conmemoración) implica un “hacer presente” el sacrificio de Cristo.

En la Eucaristía, estamos en comunión con Cristo, con Dios y con todos los santos de todos los tiempos y lugares.

  • Confirmación: El bautizado recibe la plenitud del Espíritu Santo mediante la imposición de manos del obispo.
  • Ordenación: Los llamados al ministerio ordenado reciben la autoridad y gracia mediante la imposición de manos del obispo.
  • Reconciliación (Confesión): El penitente recibe el perdón de Dios mediante la absolución del sacerdote.
  • Matrimonio: Un hombre y una mujer se unen ante Dios para apoyarse en amor y fidelidad.
  • Unción de los enfermos: Mediante el óleo o la imposición de manos se otorga gracia de sanidad espiritual y, si Dios lo permite, física.

El escudo anglicano integra símbolos profundos de la tradición cristiana y anglicana:

    • La Mitra: Simboliza el liderazgo espiritual del episcopado.
    • Las Cuatro Cruces Celtas: Representan la misión hacia los cuatro puntos cardinales y evocan las raíces celtas de la Iglesia.
    • La Bandera de Inglaterra: Con la cruz de San Jorge, representa la herencia anglicana.
    • El León de la Tribu de Judá: Simboliza a Cristo, centro y fundamento de la Iglesia.

Sí. La Iglesia Anglicana, honra a la Virgen María y a los santos como ejemplos sobresalientes de fe. Sin embargo, su comprensión y práctica difieren de la Iglesia Católica Romana.

María y los santos son honrados como ejemplos sobresalientes de fe, obediencia y santidad.

Particularmente, María es venerada como la siempre Virgen, Madre de nuestro Señor Jesucristo, Theotokos (Madre de Dios), según la definición del Concilio de Éfeso (431).

La Iglesia Anglicana, no obstante, no impone la creencia en dogmas no contenidos explícitamente en las Escrituras, como la Inmaculada Concepción o la Asunción corporal de María. Estos pueden ser creencias devocionales, pero no son obligatorias para todos los fieles.

Los santos no son adorados —la adoración está reservada solo a Dios—, sino que son venerados como modelos de vida cristiana. Se reconoce que forman parte de la “gran nube de testigos” (hebreos 12,1) y se cree que oran por nosotros en la comunión de los santos.

La autoridad doctrinal se basa en:

  • Las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, que contienen todo lo necesario para la salvación.
  • La Tradición histórica de la Iglesia, especialmente la enseñanza de los Padres de la Iglesia y los primeros siete concilios ecuménicos.
  • La Razón, como capacidad dada por Dios para discernir la verdad a la luz del Evangelio.
  • El Libro de Oración Común, especialmente en sus ediciones históricas (como la de 1662), que expresa la doctrina anglicana mediante la oración.
  • Los 39 Artículos de Religión, que definen la fe, los sacramentos y la práctica anglicana en el contexto de la Reforma inglesa.

La liturgia de la Iglesia Anglicana de Oxford es solemne, reverente y centrada en la Palabra y el Sacramento. Se celebra principalmente según el Libro de Oración Común, que es el corazón de la espiritualidad anglicana. La liturgia sigue el calendario cristiano tradicional, incluyendo tiempos como Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Pentecostés.

 

Se permite cierta diversidad en las formas litúrgicas, siempre que se mantenga la doctrina, la decencia y el orden. Por eso pueden encontrarse celebraciones más sencillas o más elaboradas, siempre con una estructura común que incluye:

  • Lecturas bíblicas (Antiguo Testamento, Salmo, Epístola, Evangelio).
  • Homilía centrada en la Escritura.
  • Confesión de pecados y absolución.
  • Oración universal.
  • Celebración de la Eucaristía con consagración del pan y el vino.
  • Bendición final.

Aunque comparte muchas creencias con el catolicismo, la Iglesia Anglicana no reconoce la supremacía del Papa ni está sujeta al magisterio romano. Sus diferencias principales incluyen:

  • La autoridad doctrinal no depende de un solo obispo, sino de las Escrituras y la tradición católica indivisa de los primeros siglos.
  • No se consideran dogmas obligatorios la Inmaculada Concepción, la Asunción, ni el purgatorio, aunque pueden respetarse como opiniones teológicas.
  • El culto a los santos no es obligatorio, y se rechaza toda forma de superstición o devociones que oscurezcan a Cristo como único mediador.
  • No se practica la confesión auricular obligatoria, aunque se permite como disciplina pastoral.
  • La misa no es una repetición incruenta del sacrificio de Cristo, sino su memorial eficaz.
  • El clero puede casarse y ejercer funciones pastorales en el mundo secular.